Julio Cortázar, que visitamos en el cementerio de Montparnasse, lee uno de mis pasajes favoritos de su libro Cronopios y famas. Siempre me recordó la denuncia que hacían Diógenes el cínico, Hiparquia y los otros secuaces del Cinosarges, de los deseos ni naturales ni necesarios que también Epicuro considera un obstáculo a la autarquía.
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